sábado, 29 de mayo de 2010

La teta asustada

Siempre me he vanagloriado de terminar de ver todas las películas que comienzo, aún cuando sean malísimas. Hace pocos meses tuve que hacer un esfuerzo titánico para no apagar el DVD en medio de “La teta asustada”.

Hoy escribo estas líneas para confesar, algo avergonzada, que gracias a una asignación recibida en clases de narrativa, veo este film con ojos muy diferentes.

Sigo pensando que ésta película peruana es dolorosamente lenta, sin embargo, lejos de ser mala, como la tildé al principio, es absolutamente interesante.

Dirigida por Claudia Llosa, (Si. Sobrina del afamado escritor) fue nominada al Oscar como mejor película extranjera, en la más reciente ceremonia de los premios de la academia.

Trata de una joven indígena que padece una enfermedad heredada de su madre, una víctima de la violencia política ocurrida en el Perú en las últimas dos décadas del siglo XX. A través de su leche, y de los cánticos en dialecto quechua sobre las terribles historias de violaciones y terrorismo, la madre de Fausta la condena a vivir sin alma y con un feroz miedo, dentro de una burbuja de traumas.

Luego de investigar concienzudamente para que mi iceberg estuviese bien completo, aún cuando sólo le se vea un pedacito, pude descubrir un rompecabezas de símbolos visuales utilizados para darles profundidad a la trama y a los personajes.

Fausta está tan desesperada por obtener dinero para enterrar el cuerpo de su madre, que le vende sus canciones tristes a Aída a cambio de perlas. Esto se parece mucho a “La sirenita” quien también cambia su voz, por un cuerpo humano. Es de los recursos que más me gustaron.

Será esa la escena que describiré.

miércoles, 26 de mayo de 2010

No me rendiré.

Demasiado. Muy poco. Muy lineal. Muy descriptivo. Carente. Pesado…



Un viejo maloliente en un cuarto de hotel barato... corrompe a joven virgen y la lleva a la mala vida… la historia trillada la de la inmensa soledad en el mundo, que se puede ver en cámara lenta a través de las manillas del reloj… personas tan cansadas y mutiladas por el desamor…o tal vez por el amor… el terror de un alma sola padeciendo en un rincón… suicidándose en las cloacas de una ciudad roja… Debe existir una forma. Tiene que haber una manera de contar esas y tantas historias… ¡Se tiene que poder! ¡La tengo que encontrar!

martes, 25 de mayo de 2010

IV

No podía abrir los ojos. Los sentía tan hinchados por el prolongado llanto de la noche anterior, que tuvo que esperar largo rato para hacer un nuevo intento. Sentía la cálida luz del día colarse por la ventana para bañar su cara y una sonrisa espontánea escapar de su boca. Estaba liviana, como si un monumental peso hubiese sido retirado de su espalda. Se extrañaba de lo a gusto que estaba tumbada en su cama… todo tenía mejor color, mejor sabor… era como si un piadoso ángel de la guarda hubiese sustituido las ganas de morirse que la embargaban antes de quedarse dormida, por un indescriptible gozo.

No tenía obligaciones, no había compromisos, sólo sentía el placer de la levedad y la pereza. Podía quedarse en pijamas sin siquiera cepillarse los dientes. Descalza, despeinada y sin maquillaje deambuló por su casa el día entero.

Encendió el aparato de televisión y se quedó un largo rato viendo las entrevistas que les hacían a la nueva Miss Venezuela y a su cuadro de honor. No serían sus hombros sobre los que caería una avalancha de abrumadores quehaceres y responsabilidades que se multiplicarían en progresión geométrica. Agradeció por eso.

jueves, 20 de mayo de 2010

Sábado de ficción

-Este sábado quiero hacer una paellita, dijo entusiasmado.

Yo sonreí a sabiendas que usaba el singular a la ligera…el “yo” muy pronto se transformaría en “nosotros”, y al poco rato en “yo” nuevamente… pero él dejaría de ser la primera persona.

Luego fue a casa de su buen amigo a pedirle la paellera prestada. Debo acotar que, aunque margariteño, su amigo habría sido un buen alemán, por aquello de lo estricto con los préstamos.

Llegado el día nos levantamos temprano para ir al mercadillo del barrio y encontrar los mejores ingredientes.

Sabía que no iba a ser fácil, pero no imaginé que terminaría apestosa a pescado, con las manos llenas de ampollas, lavando todos los utensilios de la cocina varias veces, y para rematar, siendo la bruja más amargada, regañona y malvada del planeta.

- Monta el caldo que yo hago todo lo demás. Dijo

Seguramente con “todo lo demás” se refería a limpiar ocho calamares… no sin antes romper un huevo en el piso, llenar el tope de la cocina paredes y piso de juguito de calamar (tinta incluida)… sólo para empezar la lista de desastres.

Lo siento, no pude evitarlo, tenía que hacerlo… decirle que tuviese más cuidado, y preguntarle si creía que sería posible algún día (no tenía que ser en un futuro cercano) no romper al menos un huevo al llegar del mercado!!!

A partir de ese momento se echó a perder el sábado…

Luego de comer y reposar un rato le dije que me ayudara a limpiar el desastre de cocina.

- ¿En dónde guardo las sobras? Preguntó

Le di un envase y seguí lavando los platos absorta en mis tontos pensamientos: “de haber encargado la paella en La Castañuela, habríamos gastado la mitad de dinero y ahorrado la totalidad del esfuerzo de lavar esta infinita torre de platos”.

Un sonido metálico me sacó de mi abstracción… Grité: - ¡cuidado! La paellera es de teflón y no puedes usar metal! ¡La vas a rayar!

Indignado me dijo que estaba cansado de mis humillaciones y en un acto de oronda malcriadez salió de la cocina. Estaba bravísimo.

Después de varias horas de limpieza sabatina, entré a la habitación y le dije que no se pusiera así; que me disculpara por el grito; que me preocupé por la paellera; que como era prestada debíamos ser el doble de cuidadosos.

Él: - Yo estaba teniendo cuidado. Dijo

Yo: - ¿No estabas usando una cuchara de metal para raspar el arroz?

Él: - No.

Yo - ¿me vas a decir en mi cara que no era de metal? Le pregunté incrédula

Él: Bueno si –admitió- ¡pero yo no la iba a rayar, lo estaba haciendo con cuidadito!

Yo: - Ante eso no hay argumento. Estoy sin palabras. Salí del cuarto.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Bono recites Bukowski

Perdida por falta de experiencia.

Cuando abrí la puerta del carro sentí el penetrante calor golpearme la cara. Imaginé que así debía sentirse la onda expansiva de una explosión. Juancito y yo nos bajamos del carro mientras Felipe encontraba un puesto para estacionar.
Eran las nueve y media de la mañana y sólo se veía a una docena de personas en el porche de la ruralísima casa. “no hay tanta gente” –pensé ingenua sin haber visto antes el interior del recinto… y pregunté quién era el último en llegar. Una señora que se encontraba en medio de la calle respondió que era ella. Me coloqué detrás y me dí cuenta del porqué esperaba a mitad de la calzada…. Huía del sol abrasador que ya a esa hora era un castigo.
Después de su tercera vuelta en carro, ví a Felipe aparecer como un energúmeno diciendo casi a gritos – “¡sólo a ti se te ocurre pedir la cita del pasaporte en Caucagua!” – “¿te costaba mucho pedirla en Los Teques?”
Supuse que ya había olvidado el vía crucis que hace tan sólo un mes, vivimos en el SAIME de Los Teques…
Yo: - ¡No Felipe!, ¡no elegí Caucagua! ¡El sistema te asigna la oficina al azar!… ¿Por qué te pones así? ¿Crees que a mi me encanta achicharrarme en Caucagua?
Felipe: - “!si no hubieses puesto como opción Caucagua no nos habrían mandado para acá!”
A todas estas el tono iba in crescendo y la gente volteaba a ver qué pasaba…
Yo: “Y si tú eres tan diligente y te las sabes todas… ¿porqué no hiciste la cita? ¡El que quiere algo bien hecho debe hacerlo por si mismo! ¿No es así?... ¡al menos yo hice algo!” – grité perdiendo mi compostura.
No pude evitar pensar…”Nunca discutas con un imbécil, te hará descender a su nivel y allí te ganará por experiencia”.

miércoles, 12 de mayo de 2010

The mission: Gabriel's Oboe

¿Quién es el sujeto que se comió a mi papá?

¿Qué pasó? ¿Quién es el sujeto que se comió a mi papá?
Desde que tengo uso de razón he sentido una gran admiración por mi papá, nunca deseé tener otro, para mí siempre fue el más inteligente, el más sabio, el más bondadoso, el más justo, el más generoso; una suerte de superhéroe mezclado con premio novel y estrella de cine…
No sé qué ocurrió, cuándo o cómo cambió… no sé si son mis ojos los que perciben distinto… o si es la realidad lo que ven… ¿Será que la Electra que había en mi, se murió? ¿O que Agamenón siempre fue un espejismo?
¡Quiero que me devuelvan a mi papá!

domingo, 9 de mayo de 2010

Más del cuento...


     Del Estado Apure únicamente conocía el nombre de su capital. Siempre pensó que las chicas eran oriundas de la región que representaban. Le pediría ayuda a su tío que era un erudito. Las demás personas tenían diccionarios y enciclopedias, ella tenía a su tío, el hombre más sabio y estudioso del mundo. Estaba segura que él le prepararía una guía tan magistralmente buena, que con tan sólo leerla, se convertiría instantáneamente en apureña.

     No sabía aún, que poco importaría si estaba al tanto o no de la información histórica o geopolítica de Apure.
     Durante esos tres meses aprendería el valor de disfrutar del viaje en vez de sólo pensar en llegar. En su afán de ponerse a la par de sus compañeras, que ya tenían casi un año preparándose para el concurso, terminaba exhausta sollozando y desvanecida del cansancio en cualquier rincón del salón de ensayos.
     En sólo unas pocas semanas tendría que transformarse. No sólo debería aprender a caminar con zapatos de tacón tan altos que harían a cualquier mujer irse de boca, habría de hacerlo con gracia y fluidez. Para ello, se vería obligada a pensar en los tacones como una prolongación natural de su pie, por lo que únicamente le estaba permitido quitárselos para ducharse y para dormir. Cada paso se convertiría en un suplicio, era como tener fracturados todos los dedos de los pies. No podía evitar pensar en la barbarie china de los pies de loto.
– !No te angusties chica!, quita esa cara de martirio. Te aseguro que terminarás por acostumbrarte. Decía la profesora de pasarela… Y tendría razón.

jueves, 6 de mayo de 2010

Algunas de mis particulares manías…


Si algún plato me gusta en un restaurante, siempre pediré lo mismo al volver, nunca me arriesgaré a probar algo nuevo… No me gusta beber agua... No le quito las etiquetas a la ropa nueva hasta que no la estrene… Se puede caer el mundo, pero no me acuesto sin desmaquillarme… Leo las revistas y el periódico comenzando por la última hoja… En los baños públicos siempre bajo la cadena con el pie…Me encanta comer en la cama… Me avergüenza un apretón de manos, porque mis palmas sudan… Digo groserías (muchas)… No me combino la cartera por flojera de mudar el contenido… Abuso de los puntos suspensivos…Siempre llego de primera a cualquier cita por impuntualidad a la inversa… Amo los zapatos de goma, si por mi fuese, no existiría otro tipo de calzado.
Me encantaría saber algunas de las tuyas….

lunes, 3 de mayo de 2010

Fragmentos de mi cuento...


I

Es imposible prever cómo o en qué momento cambiará abruptamente la vida, pero ella nunca imaginó que el destino le depararía tan terrible suerte…ni la mente más retorcida podía avisar algo así. El universo no podía ser tan cruelmente maquiavélico con ella… ¿o si?

Aunque fue bautizada e hizo la primera comunión, nunca pisó una iglesia con un fin distinto al de una visita turística o asistir a algún compromiso familiar, jamás guiada motu proprio por alguna necesidad espiritual. Ésta sería su primera y última vez.

No había ido a arrodillarse, ni a rogar porque cambiasen las cosas, bien sabía que aquella monstruosidad no tenía remedio. Se presentó en el templo arrogante y altiva con el único propósito de enseñarle que no la vería arrastrarse suplicante. No le daría el gusto.

Con sus altísimos tacones de aguja, recorrió el pasillo de la nave central del templo erigido en Altamira. Era irónico que después de tantos años tuviese aún el total dominio del arte de la elegancia en pasarela, el paso del tiempo no impedía imaginarla en un desfile europeo.

Fue rebelde y soberbia a dejar en claro que no le pediría nada, no obtendría de ella la satisfacción de oír de sus labios una plegaria ni de aceptar como un designio de Dios esa aberración a la que había sido sometida, y mucho menos, el arrepentimiento de última hora, que en teoría, sería absolutorio en esos casos.

Una hora más tarde, tomó un revolver, lo introdujo en su boca y apretó el gatillo.