Beatriz formaba parte del grupo de personas que conocían mis deseos de ser escritora, pero era de las pocas a las que había enviado parte del relato en el que trabajaba. En alguna oportunidad también le confesé ciertas frustraciones y miedos que hacían el camino al cumplimiento de mi sueño, harto difícil.
Como si fuese la reencarnación femenina de Sigmund Freud, sólo le tomó echar un vistazo, para entrelazar realidad, ficción, deseos y represiones, e hilar un diagnostico de los tormentos inconscientes que martillaban mi cabeza.
Desayunábamos juntas mientras en el otro extremo de la mesa, nuestros respectivos esposos le sacaban punta a la política del país. Su hijo Bruno, de ocho años de edad, me enseñaba su extraordinaria capacidad para el dibujo de mangas japonesas.
- ¡Bravo Bruno!… fenomenal - Aplaudí al pequeño por su maravillosa obra.
- ¿Bruno no le vas a dar un beso? - Preguntó Beatriz al chiquillo.
Sin alzar la vista Bruno sólo movió la cabeza de un lado a otro, en señal de negación. Su padre, contrariado ante el desplante, intervino:
- Hijo, ¿cómo le vas a negar un beso a una mujer bonita? ¿No te parece linda?- Bruno respondió con un contundente: -¡No!
Beatriz miró retadora a Bruno y con la pericia de una maestra veterana en el arte de usar psicología inversa, le dijo que si quería ser descortés y grosero, tendría que buscar otro plan, porque yo era la única mujer en el mundo a la que decirle que no era bella, era el cumplido más grande. Bruno soltó una carcajada y finalmente me dio un gran beso.
Al reflexionar sobre lo ocurrido, me di cuenta de lo cierta era la afirmación de Beatriz, y de lo mucho que me incomodaba el culto a la apariencia, pero sobre todo, que no existía para mí una cualidad o característica superlativa a la inteligencia.
Tiempo después leí en algún lado, que una de las reglas de la seducción del mismísimo Casanova, consistía en decirle a las mujeres hermosas que eran inteligentes, y a las inteligentes que eran hermosas.
El flashback fue instantáneo. No pude evitar recordar a Bruno, el pequeño seductor… ¿Será posible que siendo tan pequeño ejercitara su técnica?