miércoles, 9 de junio de 2010

Spinning.


   Pum, pum, pum. El ritmo de la música es rápido, tanto o más que mi corazón acelerado y rebosante de adrenalina. Somos dieciséis al mismo compás, pedaleamos en idéntica armonía y aún cuando estamos estáticos, hacemos un gran esfuerzo por seguir al líder.
   Sube la temperatura. Cierro los ojos para concentrar el brío. Ahora estoy sola. Siento caricias en mi rostro, en mis brazos, en mis pechos… Son las gotas de sudor que al deslizarse lo mojan todo.
   Oigo mi latido, también mi respiración y todo se funde en simetría con el movimiento. Mis venas pulsan cada vez más rápido… Pum, pum, pum… vibra en cada centímetro de piel.


   - ¡Vamos! ¡Fuerza!... ¡No se queden atrás!... ¡Ya vamos a llegar! – grita el profesor.


   Mis piernas duelen. Hace daño. Hace bien… Me desborda la agonía… Deliciosa agonía…. Profundo suspiro.
   ¡Llegué!

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