A mitad de un almuerzo
familiar ella tomó su teléfono celular y se distrajo unos segundos para responder un mensaje de Facebook. De inmediato él acusó que ella tenía «toda la comida» con el teléfono en la mano y le pidió que lo dejara.
Ella obedeció de inmediato y
apartó el móvil para continuar comiendo.
Transcurrido un instante, él
tomó su teléfono, fotografió su plato, envío las imágenes a su grupo de Whatsapp. Luego comenzó a chatear en voz
alta, como quien se dicta a sí mismo. Presumiblemente, quería recalcar que su
uso del teléfono móvil en la mesa, estaba muy justificado debido a la importancia
superlativa que tenían sus motivaciones de pedir a su buen amigo: unos mangos.
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