Los ruidos de la noche retumban en simetría con la oscuridad.
Los diablos bailan frenéticos. Dan vueltas con sus satánicas miradas perdidas en la nada. Se mueven al ritmo de la noche y flotan entre las sombras de la habitación. Como en una danza de perros rabiosos, entran en un trance feroz de cuernos y colmillos.
Furiosos colores centellean alrededor de inhumanas expresiones dibujadas en la cara de los demonios jerarcas de la cofradía.
De pronto se enciende la luz, y al unísono, caen al piso como un chaparrón de pesadas piedras.
Entra el viejo artesano con su nueva obra de arte en las manos. Con cuidado, la posa en el suelo junto a las otras máscaras.
Acariciar tu nombre
con el cursor del mouse
¡Qué extraña manía!
¿Delirio vanguardista?
Un día dijiste:
cuando vayas al mar
háblale de tus penas
pídele que aclare
las borrascas que te ciegan.
Así lo hice
me sumergí en su azul
me columpie en sus aguas
me arrullaron sus olas
se confesó mi alma.
La verdad desertó mi pecho
diluida por lágrimas
tristes lamentos cobardes
que jamás pronunciaron nada
ahogados en mar tardío
turbio de agua salada.
El sol incendió el océano
el rey sublimó las aguas
las elevó hasta el cielo
soplo de nubes blancas
cargadas de sentimientos
que nunca fueron palabras.
Las gotas en las alturas
navegan achubascadas
desbordantes de huellas tuyas
alzadas en grandes alas
emisarias encubiertas
de latidos y de ganas.
Nubosos pensamientos
oscuras tempestades
se acumulan en la noche
te rastrean incansables.
Si te llueve un aguacero
si te habla
si te toca
escucha atento el te quiero
que el mar le enjugó a mi boca.