Acaricio tu nombre
con el cursor del mouse.
Me quedo ahí,
flotando sobre esas letras que te nombran,
como si rozarlas
fuera tocar la idea de ti
sin romper el hechizo.
Es una caricia muda,
digital, sin cuerpo...
pero no sin ternura.
Quizá sea una manía,
o un delirio vanguardista:
amarte con la yema del dedo,
desde el otro lado del cristal.
Versión Original 13 de junio de 2011
Versión revisada 24 de agosto de 2025

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