lunes, 7 de febrero de 2011

Una cigüeña ingeniosa

Érase una vez una cigüeña que dedicó su vida al reparto de bebés. Centenares de hermosos pequeñuelos fueron transportados por sus robustas alas llegando sanos y salvos a su destino.

Por muchos años viajó desde París, surcando el cielo con sus valiosos paquetes a buen resguardo, dentro de un blanquísimo pañuelo atado a su pico. Atravesó increíbles distancias… altísimas montañas, vastas llanuras e inmensos océanos para llenar de amor muchos hogares al rededor del globo.

La fábrica de bebés tenía una solicitud marcada “urgente” que debía llegar de inmediato a un paraíso terrenal fuente de brillantes colores: Venezuela. Era un pedido muy especial…. Se trataba de un pequeño milagro repleto de dones maravillosos. Estaría colmado de extraordinaria inteligencia…belleza y mirada sensible a la vida.

Pero la cigüeña agotada de tantas largas travesías, no tenía más fuerzas para hacer otro extenuante viaje al lejano edén sudamericano, y por eso trazó un ingenioso plan que le permitiese quedarse a descansar en la ciudad de la luz.

Paseaban tomados de la mano por los Campos Elíseos. Eran diferentes a las demás parejas. Su aura resplandecía y los hacía destacar de entre la multitud. La cigüeña decidió bajar a echar un vistazo, y cuál sería su sorpresa al darse cuenta que los esposos que había estado observando, estaban hechos de la misma esencia y del mismo calor humano del crío que debía transportar a Venezuela…

Sonrió pícara al reparar que sí podía tener una jubilación temprana. ¡Era una idea excelente! ¡No tendría que ir a Venezuela para hacer una unión perfecta!

….

Satisfecha, anidó plácida en la chimenea de una de las casas de las afueras de París. Esperaba ansiosa el día en que, con un vuelo corto y cómodo, completaría las vidas de Gustave y Coraline…

Ya no sólo compartirán cama, sueños y jardín…

-Fin-

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