Nunca lo forcé a hacer mi voluntad… lo convencía a punta de astucia y elocuencia.
Mi hermano me miraba asombrado mientras yo dibujaba los planos de nuestras aventuras. Si los ángeles de la guarda existen, el que cuidaba a César, de seguro ganaría el primer premio celestial. Es un milagro que superara la infancia en una sola pieza.
- César, ¿quieres volar?
- Los niños no podemos volar Juli.- Respondió con cara de susto.
- Lo que pasa es que tú tienes seis añitos y no sabes nada. - Repliqué yo con la cara de sobrada por la ventaja que me daba tener un año más de edad. -Yo tengo la fórmula secreta para convertir nuestros colchones en paracaídas mágicos.
- ¿En serio Juli? – El brillo de sus ojos me indicaba que había mordido el anzuelo.
- ¡Claro bobo! Tienes suerte de tenerme como hermana, yo te voy a enseñar el truco… ven ayúdame.
Nos tomó mucho esfuerzo sacar los colchones “mágicos” de las camas, arrastrarlos hasta el jardín y colocarlos justo debajo del alero más alto del techo de la casa.
Aterrado de vértigo me preguntaba una y otra vez si estaba segura que el colchón era mágico, yo con mi cara de “yonofuí” le repetía las instrucciones: “Lo que tienes que hacer es concentrarte y decir el hechizo… apunta y salta. No te va a pasar nada porque el colchón es como la alfombra de Aladino y te va a atajar… ¡Te lo garantizo!”
Por supuesto, cuando llegó mi turno de “volar” tuve que inventar que el colchón solo tenía poder para una sola atrapada, y como yo era muy generosa, le había regalado mi viaje. Gracias a Dios que la casa tenía un solo piso y que Cesarín tuvo tino al lanzarse.
….
Todos los días, antes de que sonara el timbre de entrada al colegio, yo me había gastado el dinero de la merienda “Dios proveerá”, pensaba sonriente. Claro, Dios me había provisto de un hermano planificador, que guardaba la mitad del dinero para comprar dulces y darse gusto en la tarde a la hora de las comiquitas. Yo todos los días me convertía en una suerte de mini- Sherezade y me las arreglaba para que el muy inocentón cayera, mil y una veces, en la trampa que lo despojaba de su merienda.
Yo no advertía que César crecía, así como el agravio, gota a gota se iba colmando… y aquél día rebosó.
- ¿Qué te compraste hoy hermano? Indagué para tejer mi red del día.
- Un sobre de Kool Aid. Hice heladitos. ¡Pero no te los vayas a comer, o te acuso con Mamá! – Advirtió como era su costumbre.
Me la había puesto facilita, pensé, ni siquiera tendría que hacer el esfuerzo de planear una treta…
….
Lamía el helado… tenía un gustillo raro… otra probadita… definitivamente quedaba un dejo extraño en la boca… no atinaba a definirlo… Mmmmm.
- ¡César! Grité ¿De qué sabor era el Kool Aid que compraste?
Me miró fijamente. Tenía una expresión en la cara que nunca antes le había visto. Me imagino que él, a su modo, también degustaba algo nuevo y dulce: La venganza.
- Sabor a pipí hermana ¿Te gusta?
jajajaja, qué belleza. Dile a tu hermano que yo también tengo un carrete (o mil) de ese mismo hilo de crecer con hermanas mayores que a punta de astucia y solemnidad -es que tú estás muy chiquito y no sabes nada pero nosotras te vamos a enseñar- te convencen de cosas que hoy día te hacen un verdadero superviviente.
ResponderEliminarMe gustó muchísimo, Julieta, gracias por intercambiar "martillazos".
Un abrazo,
Jose
Soy una víctima!!!!, hago constar que mi único interés era científico, sólo quería ver si el pipí que siempre salía caliente se podía congelar…
ResponderEliminarCésar (el hermano)
Muy buen Relato mi querida Julieta, cada día mejor. Lo único que le cambiaría sería de "cara de poker" por de "yonofui", pero ese sería yo.
ResponderEliminarLos niños no pueden, pero necesitan volar. Los adultos también.
ResponderEliminarSiempre suyo
Un completo gilipollas
Gracias por el relato por la historia en sí y por la narrativa del mismo.
ResponderEliminarConocia algo esa historia pero no que Ce ha'bia volado gracias a la inventiva y astuta hermana.
eso estuvo bien!
ResponderEliminarMi risa llegó a Barquisimeto! Excelente!
ResponderEliminarSe me había olvidado lo satisfactorio que es leer los comentarios de quien te lee.... La felicidad!
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