Cae una gota de tinta azul
sobre el papel virgen.
Luego, otra.
Distantes,
se reconocen en el silencio.
Se miran sin tocarse,
se anhelan sin promesas,
cautivas en la danza de lo inevitable.
La fascinación que sólo conoce la fe
las empuja.
Ruedan las dos,
pliego abajo,
diagonal como destino compartido.
Se buscan con la esperanza
de rozarse.
Y lo hacen.
Brevemente.
El instante es líquido y eterno.
Se funden en un solo trazo,
una corriente azul que cae
como un suspiro suspendido.
El rastro de humedad añil
se detiene en un punto.
Han dibujado, sin saberlo,
una ípsilon.
La bifurcación.
El cruce.
El hilo del encuentro.
Y con ese gesto,
mínimo y sagrado,
han escrito una historia.
Versión original 10 de abril de 2011
Versión revisada 24 de agosto de 2025
Que hermoso, me haces pensar en los caminos de la vida y el compañero elegido para sortear esa pendiente hasta el final de nuestros días teniendo la compañía del otro, siendo uno solo...
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