viernes, 23 de abril de 2010

Miedo.


Desde que comencé el taller de Literatura creativa, me he sentido muy a gusto con las asignaciones y las tareas… todas menos una.
Aun cuando representa un gran reto, me siento a la altura del compromiso.
Cuento con la buena suerte de tener contacto y amistad con los más brillantes hombres de letras del país, poetas, periodistas y escritores; a quienes abiertamente les he hablado de mi nueva actividad de estudios… a todos menos uno.
Finalmente hoy tuve el valor de tocar el tema con él… le dije lo contenta que me sentía; quién era mi profesora; mencioné que por ahora construíamos e hilábamos escenas, para unirlas y escribir un cuento como trabajo final.
Como un veterano sabueso, se saltó toda la palabrería, y apuntó: - ¿cuál es tu tema? Sentí que olía mi debilidad. A todas estas no encontraba un tema. Allí estaba mi tranca, mi pared... El obstáculo.
Fue firme al decir que debía escribir sobre algo que conociera bien. Sobre alguna experiencia personal interesante. –Escribe lo que sabes.
“¡Si claro! ¡Mi vida es toda una aventura! – Pensé sarcástica- “Sería interesantísimo relatar mis viajes a llevar los niños al colegio, o quizás hacer una crónica de mis anécdotas en el mercado”.
- “Escribe sobre tus miedos”-dijo- “Yo, por ejemplo, le tengo un temor inmenso a morir ahogado y me gusta escribir de eso, hasta lo encuentro terapéutico”
Sonreí esperanzada al recordar claramente el triste destino del pobre Wolfgang… ahogadísimo en Playa el Agua.
Sabía que estaba en lo cierto, que el miedo es un sentimiento poderoso, capaz de hacer aflorar esa llama que se necesita para que las palabras salgan solas.
Estaba decidido. Aún cuando el sentimiento de desnudez me paralizara al exponerme, lo haría, contaría mis miedos… Todos menos uno.

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