martes, 25 de mayo de 2010

IV

No podía abrir los ojos. Los sentía tan hinchados por el prolongado llanto de la noche anterior, que tuvo que esperar largo rato para hacer un nuevo intento. Sentía la cálida luz del día colarse por la ventana para bañar su cara y una sonrisa espontánea escapar de su boca. Estaba liviana, como si un monumental peso hubiese sido retirado de su espalda. Se extrañaba de lo a gusto que estaba tumbada en su cama… todo tenía mejor color, mejor sabor… era como si un piadoso ángel de la guarda hubiese sustituido las ganas de morirse que la embargaban antes de quedarse dormida, por un indescriptible gozo.

No tenía obligaciones, no había compromisos, sólo sentía el placer de la levedad y la pereza. Podía quedarse en pijamas sin siquiera cepillarse los dientes. Descalza, despeinada y sin maquillaje deambuló por su casa el día entero.

Encendió el aparato de televisión y se quedó un largo rato viendo las entrevistas que les hacían a la nueva Miss Venezuela y a su cuadro de honor. No serían sus hombros sobre los que caería una avalancha de abrumadores quehaceres y responsabilidades que se multiplicarían en progresión geométrica. Agradeció por eso.

1 comentario:

  1. Ojalá pudiese escribir mis pensamientos
    tan bién como tu muchachita.
    Besito

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