lunes, 3 de mayo de 2010

Fragmentos de mi cuento...


I

Es imposible prever cómo o en qué momento cambiará abruptamente la vida, pero ella nunca imaginó que el destino le depararía tan terrible suerte…ni la mente más retorcida podía avisar algo así. El universo no podía ser tan cruelmente maquiavélico con ella… ¿o si?

Aunque fue bautizada e hizo la primera comunión, nunca pisó una iglesia con un fin distinto al de una visita turística o asistir a algún compromiso familiar, jamás guiada motu proprio por alguna necesidad espiritual. Ésta sería su primera y última vez.

No había ido a arrodillarse, ni a rogar porque cambiasen las cosas, bien sabía que aquella monstruosidad no tenía remedio. Se presentó en el templo arrogante y altiva con el único propósito de enseñarle que no la vería arrastrarse suplicante. No le daría el gusto.

Con sus altísimos tacones de aguja, recorrió el pasillo de la nave central del templo erigido en Altamira. Era irónico que después de tantos años tuviese aún el total dominio del arte de la elegancia en pasarela, el paso del tiempo no impedía imaginarla en un desfile europeo.

Fue rebelde y soberbia a dejar en claro que no le pediría nada, no obtendría de ella la satisfacción de oír de sus labios una plegaria ni de aceptar como un designio de Dios esa aberración a la que había sido sometida, y mucho menos, el arrepentimiento de última hora, que en teoría, sería absolutorio en esos casos.

Una hora más tarde, tomó un revolver, lo introdujo en su boca y apretó el gatillo.

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