- Es tuyo reina… te lo ganaste. Concedió el francés.
Le agradeció por sus palabras y sin despedirse de nadie salió del poliedro rumbo a su carro. Abrió la maleta, embutió el descomunal bulto y a toda prisa se alejó rumbo a su casa. Pero antes se regaló una parada.
Pensó en confortarse al concederse el más pecaminoso premio de consolación y por eso, a través de la ventanilla pidió - Un Sunday de chocolate. Con doble fudge. Por favor.
¡Tanto que anhelaba un helado!… ¡Tanto que lo había deseado!... No le satisfizo, el sabor no era el que tanto esperaba, su agrio estado de ánimo lo transformaba todo, se sentía inmersa en un mundo Kafkiano… en vez de princesa, se había convertido en una cucaracha gigante. Rompió a llorar tempestuosamente y no paró hasta llegar a su cama y quedarse dormida entre lágrimas, sollozos y Puccini.
…. Tramontate, stelle!
All'alba vincerò!
vincerò! vincerò!