Siempre me he vanagloriado de terminar de ver todas las películas que comienzo, aún cuando sean malísimas. Hace pocos meses tuve que hacer un esfuerzo titánico para no apagar el DVD en medio de “La teta asustada”.
Hoy escribo estas líneas para confesar, algo avergonzada, que gracias a una asignación recibida en clases de narrativa, veo este film con ojos muy diferentes.
Sigo pensando que ésta película peruana es dolorosamente lenta, sin embargo, lejos de ser mala, como la tildé al principio, es absolutamente interesante.
Dirigida por Claudia Llosa, (Si. Sobrina del afamado escritor) fue nominada al Oscar como mejor película extranjera, en la más reciente ceremonia de los premios de la academia.
Trata de una joven indígena que padece una enfermedad heredada de su madre, una víctima de la violencia política ocurrida en el Perú en las últimas dos décadas del siglo XX. A través de su leche, y de los cánticos en dialecto quechua sobre las terribles historias de violaciones y terrorismo, la madre de Fausta la condena a vivir sin alma y con un feroz miedo, dentro de una burbuja de traumas.
Luego de investigar concienzudamente para que mi iceberg estuviese bien completo, aún cuando sólo le se vea un pedacito, pude descubrir un rompecabezas de símbolos visuales utilizados para darles profundidad a la trama y a los personajes.
Fausta está tan desesperada por obtener dinero para enterrar el cuerpo de su madre, que le vende sus canciones tristes a Aída a cambio de perlas. Esto se parece mucho a “La sirenita” quien también cambia su voz, por un cuerpo humano. Es de los recursos que más me gustaron.
Será esa la escena que describiré.