No había pegado un ojo en toda la noche. Entre el malestar, el cansancio y una fiebre con nombre propio, amanecí con cara de final de temporada sin presupuesto. Me sentía tan mal que falté, por primera vez en siglos, a mi sagrada clase de spinning. Y lo peor no era el dolor de cabeza: era el culpómetro interno que me tenía sudando más por angustia que por fiebre.
Mi Superyó, ese policía moral con voz de madre católica y dedo acusador, me regañaba sin parar. Mientras tanto, mi Ello, adolescente, flojo y rebelde, quería quedarse viendo TikToks existenciales y memes de Nietzsche. La guerra interna era de proporciones bíblicas.
Entonces me escribe Loli:
Loli: – ¿Te buscó?
Yo: – No. Y además de enferma, estoy amargada con un ataque de malcriadez que ni yo me aguanto.
Loli: – ¿Y la profe?
Yo: – El lunes me dejó plantada para irse con María Cecilia. Supongo que si necesita que la lleve, me mandará un mensajito. Digo yo.
Loli: – ¡Vale, déjame buscarte, que estás malita!
Yo: – Mejor no… Estoy con humor de película iraní. Mejor llevo mi carro y dejo el drama en paz.
Ya en el salón, varias compañeras estaban en sus pupitres con cara de "¡Te vimos en línea a las 3 a.m.!". Apenas crucé la puerta me lanzaron la pregunta inevitable:
—¿Y la profe?
Con una dignidad teatral, sacudí la melena sudada como si fuera Beyoncé en slow motion y dije, en tono diva dolida:
—Seguramente la trajo María Cecilia.
Justo entonces, como salida de una telenovela de venganza, aparece María Cecilia detrás de mí:
—No, vine sola.
Plot twist.
Me senté en mi puesto de siempre, sintiéndome como acusada en un juicio público de “exceso de zalamería académica”. Todas sabían que yo era la consentida de la profe. The teacher’s pet. El pánico escénico me tenía tartamudeando excusas internas mientras mi conciencia seguía gritando: “¡La dejaste botada! ¡Traición a la patria gramatical!”
Y justo entonces:
RINNNNNNNGGGGG.
Como si Dios tuviera sentido del humor y señal de Movistar.
Yo (con voz temblorosa): – ¡Hola, profe! Sí… ya estoy llegando. Aquí cerquita…
Colgué y salí disparada con mis tres compañeras. Éramos como una versión low budget de Los Ángeles de Charlie, pero con ojeras, lapiceros en el pelo y más drama que acción. Y como en toda misión literaria, regresamos con la profe en menos de cinco minutos, triunfales, sudadas y redimidas. Ella, divina como siempre, y yo con cara de "jamás dudé", aunque todavía no me bajaba la fiebre ni la culpa.
Porque al final, la verdadera literatura no se escribe sola…
Y la teacher’s pet, con gripe o sin ella, siempre regresa a su aula.
Versión original 29 de junio 2010
Versión actualizada 28 de julio 2025
Eres genial Julieta! me has hecho reir! Algo que necesitaba!!!
ResponderEliminarnel*li*ana
Muy bueno, la lucha de poderes internos a veces puede crear fantasías...
ResponderEliminarA TI Y AL COYOTE JAJAJAJAJAJAJA
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